martes, 29 de junio de 2010

CON GANAS DE VIVIR

I
El sol hacía sentir su presencia cuando a lomo de mula ella emprendió el camino. Desde un claro en el camino sus ojos verdes alcanzaron a mirar el espacio donde las pocas casas se asientan. Ese caminar diario para ir a la escuela es más que un sacrificio de niña, es más que un trozo de tiempo, es en sí parte de su infancia misma.

El viento arranca del camino polvo reseco de mayo. Sus pequeños ojos se entrecierran y lloran como preludio de una tarde más de silencio, una tarde más de alegría reprimida. Suerte tendrá si alguna vaquilla se perdió en el cerro, sólo así es probable que pueda corretear libremente en el patio, juguetear con sus hermanos y reír a rienda suelta subiendo y bajando los ciruelos.

El caminar de la mula es lento y su vaivén sirve de arrullo a sus sueños. Como le gustaría jugar aquella muñeca que presumía en la mañana Juana, con sus cabellos rizados y amarillos como los pelos de elote. Como le gustaría jugar con los trastes de todos tamaños que tiene Sandra en su casa. Como le gustaría llegar a comprar ese vestido negro que sobresale tras una bolsa de plástico transparente en la tienda de abarrotes, se imagina en una fiesta en donde ella es la festejada y a su mesa llevan grandes regalos.

Cuando llega al arroyo seco sale de su ensueño. Falta poco para llegar y entonces no habrá tiempo siquiera para las fantasías, no existe espacio ni forma para mirar con la cara alta y dibujando una sonrisa decir lo que en el corazón se lleva y a lo que se quiere llegar.

El día de hoy es de suerte. El humor hace que se respire cierto aire tranquilo en casa, hoy está permitido formar algarabía aunque con cuidado. Lo primero es lo primero, como dijeran por ahí, así que después de humedecer la tierra con el agua sucia que enjuaga sus manos se sienta a la mesa para comer. Las ciruelas serán su mejor postre de temporal, y aunque las verdes son por lo general más carnosas, las rojas tienen ese sabor ácido que a ella le agrada desde entonces. Detrás de casa se levantan orgullosos los ciruelos con sus ramas flexibles al peso de ella, que brinca de una a otra, se detiene para acabar el fruto que trae en su boca y al tiempo que tira el hueso se lleva la mano para morder otro, así la misma operación se repite hasta que las quijadas le duelen. Sin saber con precisión como fue, pues cuando la vieron estaba en el suelo tirada, se desprendió de una rama y cayó al pie del ciruelo.

II
Al dar el paso tropezó de pronto con un brazo desgarrado y con los dedos aun moviéndose. Por el tamaño seguramente quien fue su dueño tendría no más que su edad, sólo que se veía blanca, muy blanca, casi como grano de maíz. Levanta la mirada y encuentra un mundo desconocido. Busca a su alrededor a sus compañeros de juego y no encuentra mas que ruinas de todo, no le encuentra forma a su visión.

Un caballo fantasmal a todo galope viene de frente hacia ella, trae a sus lados algo que cuelga hasta el suelo y se extiende al aire. Se refugia tras el primer árbol que encuentra y ve pasar al furioso espectro, arrastrando el vestido negro que vio en la tienda de abarrotes y montado por la muñeca de rubios cabellos con ojos ya no azules, sino rojos despidiendo fuego. Camina por una estrecha vereda y siente que mil ojos la miran y mil manos la quieren atrapar. Corre ya entonces y vuelve a tropezar, cae, intenta seguir pero se lo impide un toro enorme, furioso y también con ojos de fuego. Pero se da cuenta que hay una especie de barrera invisible que rechaza a el toro, quien da vueltas y vueltas hasta tumbar los arbustos que están a la orilla de la vereda para dejar un amplio campo como corral para jaripeo. El toro busca la forma de hacer daño, intenta una y otra vez, por un lado u otro, traspasar la barrera y enterrar sus cuernos en la carne tierna, sacarle el corazón y ofrecerlo a sí mismo, todo con tal de escarmentar a todo aquel que se atreve a pisar sus terrenos, todo con tal de hacer claro de que sólo él es quien debe imponer condiciones.

- ¡Mira no’mas, eso pasa por andar como chiva de un lado a otro, a ver si así aprendes!, alcanza a escuchar la voz de su hermana mientras la luz va llegando a sus ojos. Las lágrimas ruedan por sus mejillas pero en un silencio que no explica como contiene, porque siente que su coraje se quedó en el toro, en una nada.




III

Todos aplaudían cuando salió vestida de novia de su casa. Radiante transitó a la iglesia y el contingente la siguió, aquel día que inició con agua, estaba coronado con una tarde solea y acompañada de gente, de tanta gente, que parecía rebasar los cálculos.

La música del mariachi hace que en momentos las lágrimas quieran asomarse en sus ojos, dirige su mirada al crucifijo para tomar aquellas fuerzas que creyó perdidas en su infancia, sintió en cierto modo que la vida le llegaba y esos deseos de dejarse morir poco a poco fueron siendo menos cuando al mirar a su izquierda vio el desencaje presente en el rostro de su padre, supo así que aquel toro le regresaba su coraje. Tengo ganas de vivir, se dijo, por lo que aun vive.


Primavera 1998.

No hay comentarios:

Publicar un comentario