viernes, 28 de mayo de 2010

Piña Colada II

II

¡Hoy será mi noche!, le he tenido tantas ganas a Carmen que esta vez me desquito de todos sus desplantes, ¡me vale lo que después diga! al fin que quien tiene que perder es ella si se le va la lengua. ¡Que buen paro que esté de cantinero ahora Ernesto! Con un poquito de “picante” que le ponga a lo que tome la Carmen se pondrá a tono y entonces sí, que gozada nos vamos a dar en el depa de Ramiro.

- ¡Hola! Pero que guapísima te ves Carmelita, que bueno te decidieras a salir con el grupo, la verdad es que pareciera como un triunfo en sí que estés aquí, dijo con cierto tono Carlos al abrir la puerta del Jetta e invitar a Carmen a ingresar en un ademán por demás caballeroso que le sorprendió.

- Bueno, no cantes victoria todavía que si el ambiente se pone pesado no me detendrán, además que me insistió tanto Concha en que fuéramos a la disco que ya no me dejó más remedio, dijo Carmen aceptando la mano de Carlos.

- Carmen, no te quejarás de la banda, ya verás que todos somos buena onda, lo que pasa es que nunca nos has dado la oportunidad de tratarnos, pero tenemos como lema el respeto y como límite lo que permita el otro, nada más.
- Significa entonces que en realidad no tienen límite Carlos, pues si llegan hasta donde uno quiere, ¿que pasa si no estoy en condición de decidir cual es ese límite? Por mucho que nos consideremos liberales hay cosas que deben ser en sí mismas limitantes para los demás, ¡sin necesidad de que se diga expresamente!, acotó Carmen con desesperación, como si viera una forma en que la discusión no los llevaría a buen puerto.

- Claro, Carmen, ¡faltaba más! No creas que estoy diciendo que podemos hacer todo, lo que quiero decirte es que siempre la mujer tiene la última palabra o ¿a poco no?, siempre terminamos haciendo lo que ustedes quieren.

En la entrada de la Disco se veía ya un grupo de personas con la mirada suplicante ante el frío rostro de los elementos de seguridad que custodian la cadena, esa barrera que para muchos significa la frontera misma entre la gloria y el infierno.

El timbre del celular hizo que Carmen dejara de buscar con insistencia la ubicación de Concha, ahí estaba llamándole para decirle que llegaría más tarde, pero que fueran entrando para que fueran ambientándose.

- ¡Pero Concha! Apenas y si he tratado con estos taraditos, no me salgas ahora que me dejas sola con ellos, ¡te mato si te tardas! Renegó con resignación Carmen y se incorporó con los de la “banda”.

Yolanda, Irene, Rodrigo, Carlos, Martín y otros más la esperaban con una mueca de enfado por el retraso que les estaba dando, pero fue compensado cuando Carmen dijo al mesero – Yo les invito esta ronda, para mi trae una piña colada, a los demás lo que te pidan.

- Carnal, dile a Ernesto el barman que se luzca con la piña colada, que es para alguien especial. - ¡Va! Dijo el mesero con una sonrisa plena.

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